Resulta
curioso que un hombre con una obra escrita tan extensa (tiene publicados más de
20 libros) no dejara reflejada, de una forma clara y concisa, su metodología.
Todo lo que se conoce como "el método Dewey" está basado en lo que se
ha entendido de su obra, y lo que él puso en práctica en su Escuela-Laboratorio
de Chicago. También es cierto que su estilo es rebuscado y de difícil
comprensión, propios de su profesión de filósofo, lo que dio lugar a
malentendidos e interpretaciones libres. Algo similar ocurrió en España con sus
traducciones, escasas y demasiado subjetivas, acomodadas a la interpretación
del propio traductor.
A
pesar de todo, las ideas básicas quedan claras y, de boca del propio Dewey
(2004), su metodología nace "del descontento respecto a la educación
tradicional" (p.66). Él cree en la educación activa, en aprender mediante
la experiencia:
La mayor de todas las falacias
pedagógicas es la idea de que una persona aprende sólo aquella cosa particular
que está estudiando en un tiempo dado. El aprender colateral con la formación
de actitudes duraderas, de gustos y disgustos, puede ser, y es a menudo, mucho
más importante que las lecciones de ortografía o historia que se aprenden. Pues
esas actitudes son fundamentalmente lo que cuentan en lo futuro. La actitud más
importante que se puede formar es la de desear seguir aprendiendo. (Dewey,
2004, p.90)
El niño es el
que se ha de interesar en adquirir los conocimientos, quedando la figura del
profesor como un guía. Esto recuerda enormemente a Montessori, y sería
interesante llegar a saber cuántas de las ideas pedagógicas fueron influencias
de ésta, o si ambos llegaron por separado a conclusiones similares.
Dewey, a su
vez, nunca habla de asignaturas, sino de ocupaciones, actividades que
reproducían trabajos que tienen lugar en la vida real, en lugar de adquirir
conocimientos preparando a los niños para un futuro cambiante e incierto. Así,
en su "Escuela-Laboratorio" desarrolló un currículum basado en ocupaciones
en torno a la madera, el alojamiento, la alimentación y la ropa y, de esta
manera, los niños se iban interesando poco a poco en las ciencias, la historia
y, por supuesto, en la sociedad. Divididos en grupos por edades, desarrollaban
las distintas habilidades, empezando siempre por aquellas que fueran más
cercanas y familiares para el alumno.
La escuela comenzó
con muy pocos alumnos y docentes, dando muy buenos resultados. Sin embargo, no
se sabe bien si éstos fueron debidos a las personas seleccionadas, a que todas
ellas pertenecían a la misma clase social, a la motivación de alumnos y
profesores por obtener buenos resultados... Sea como fuere, lo que sí es cierto
es que duró muy poco tiempo, apenas 8 años, debido a la dimisión de Dewey por
la no renovación de su cargo a su esposa.
¿Esos mismo
buenos resultados habrían tenido duración en el tiempo? ¿Habría sido lo mismo
si se hubieran incluido diferentes estratos sociales en su experimento
pedagógico? ¿Cómo una persona que afirma que "la escuela constituye el
principal y el más efectivo interés para la reforma y progreso sociales a fin
de que la sociedad pueda despertar a la conciencia de lo que la escuela
representa" (Dewey, 1997, p.55) no fue fiel a sus principios?
No hay que olvidar que Dewey creía en la
democracia, entendida siempre como la igualdad entre hombres y mujeres (fue el
único participante masculino en una manifestación a favor del sufragio
femenino), entre religiones y estratos sociales, resultando bastante similar al
Krausismo.
Algunos detractores, como Snyders
(1972), hacen hincapié precisamente en esto último, asegurando que es imposible
que mediante el trabajo en conjunto de las diferentes clases sociales se
consigan suprimir las desigualdades. También sugieren que el profesor puede
llegar a manipular a los alumnos conduciéndolos hacia donde él quiera, y no
realmente a los potenciales de éstos, así como que perdiera su status porque el
alumno llegara a saber más que el profesor.
En mi opinión, no es ni más ni menos que
una malinterpretación de la filosofía de Dewey. Él nunca habló de trabajo
conjunto, sino de colaboración y participación, de aprendizaje social, del
desarrollo de las habilidades individuales mediante una participación
colectiva. ¿Acaso una persona perteneciente a una clase social baja tiene menos
potencial que el de clase alta y, por tanto, debe permanecer siempre
subordinado a éste? Si ambos son educados de la misma manera, tanto dentro como
fuera de la escuela, la estratificación social dejaría de existir, pues ya no habría
no se diferenciaría a los unos de los otros.
Por otro lado, ¿significa que en la
escuela tradicional no existe manipulación por parte del profesor? ¿Se mantiene
siempre objetivo, sin expresar nunca su opinión o sin dirigirles hacia lo que
él considera el pensamiento correcto? ¿Habría más en la progresista que en la
tradicional? Esto último lo dudo muchísimo por una única razón: es el propio
alumno el que experimenta llegando a sus propias conclusiones, dejando de ser el
simple receptáculo que el profesor tradicional debe llenar con lo que él
considera que es la verdadera educación.
Y si el alumno, debido a su madurez
personal y su motivación logra superar al profesor en una actividad puntual,
¿no sería esto algo positivo, algo que demuestra que el método realmente
funciona? Además, ¿no haría que ambos, profesor y alumno, progresaran juntos?
El propio miedo hacia lo desconocido,
hacia la incertidumbre, nos impide avanzar. Y una muestra de ello es que los
mismos temores que existían hace más de 100 años, sigan vigentes ahora.
Referencias bibliográficas:
Dewey, J. (1997). Mi credo pedagógico. León, España: Universidad de León.
Dewey, J. (2004). Experiencia y educación. Madrid, España: Biblioteca Nueva.
Snyders, G. (1972). Pedagogía progresista. Madrid, España: Marova.
Bibliografía:
Dewey, J. (1998). Democracia y educación. Madrid, España: Morata.
Trilla, J. (2007). John Dewey y la pedagogía progresista. González, J. El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI (p.15-40). Barcelona, España: Graó.
Bibliografía:
Dewey, J. (1998). Democracia y educación. Madrid, España: Morata.
Trilla, J. (2007). John Dewey y la pedagogía progresista. González, J. El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI (p.15-40). Barcelona, España: Graó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario