lunes, 17 de noviembre de 2014

Dewey y la pedagogía progresista.

     Resulta curioso que un hombre con una obra escrita tan extensa (tiene publicados más de 20 libros) no dejara reflejada, de una forma clara y concisa, su metodología. Todo lo que se conoce como "el método Dewey" está basado en lo que se ha entendido de su obra, y lo que él puso en práctica en su Escuela-Laboratorio de Chicago. También es cierto que su estilo es rebuscado y de difícil comprensión, propios de su profesión de filósofo, lo que dio lugar a malentendidos e interpretaciones libres. Algo similar ocurrió en España con sus traducciones, escasas y demasiado subjetivas, acomodadas a la interpretación del propio traductor.

      A pesar de todo, las ideas básicas quedan claras y, de boca del propio Dewey (2004), su metodología nace "del descontento respecto a la educación tradicional" (p.66). Él cree en la educación activa, en aprender mediante la experiencia:

La mayor de todas las falacias pedagógicas es la idea de que una persona aprende sólo aquella cosa particular que está estudiando en un tiempo dado. El aprender colateral con la formación de actitudes duraderas, de gustos y disgustos, puede ser, y es a menudo, mucho más importante que las lecciones de ortografía o historia que se aprenden. Pues esas actitudes son fundamentalmente lo que cuentan en lo futuro. La actitud más importante que se puede formar es la de desear seguir aprendiendo. (Dewey, 2004, p.90)

El niño es el que se ha de interesar en adquirir los conocimientos, quedando la figura del profesor como un guía. Esto recuerda enormemente a Montessori, y sería interesante llegar a saber cuántas de las ideas pedagógicas fueron influencias de ésta, o si ambos llegaron por separado a conclusiones similares.

Dewey, a su vez, nunca habla de asignaturas, sino de ocupaciones, actividades que reproducían trabajos que tienen lugar en la vida real, en lugar de adquirir conocimientos preparando a los niños para un futuro cambiante e incierto. Así, en su "Escuela-Laboratorio" desarrolló un currículum basado en ocupaciones en torno a la madera, el alojamiento, la alimentación y la ropa y, de esta manera, los niños se iban interesando poco a poco en las ciencias, la historia y, por supuesto, en la sociedad. Divididos en grupos por edades, desarrollaban las distintas habilidades, empezando siempre por aquellas que fueran más cercanas y familiares para el alumno.

La escuela comenzó con muy pocos alumnos y docentes, dando muy buenos resultados. Sin embargo, no se sabe bien si éstos fueron debidos a las personas seleccionadas, a que todas ellas pertenecían a la misma clase social, a la motivación de alumnos y profesores por obtener buenos resultados... Sea como fuere, lo que sí es cierto es que duró muy poco tiempo, apenas 8 años, debido a la dimisión de Dewey por la no renovación de su cargo a su esposa.

¿Esos mismo buenos resultados habrían tenido duración en el tiempo? ¿Habría sido lo mismo si se hubieran incluido diferentes estratos sociales en su experimento pedagógico? ¿Cómo una persona que afirma que "la escuela constituye el principal y el más efectivo interés para la reforma y progreso sociales a fin de que la sociedad pueda despertar a la conciencia de lo que la escuela representa" (Dewey, 1997, p.55) no fue fiel a sus principios?

No hay que olvidar que Dewey creía en la democracia, entendida siempre como la igualdad entre hombres y mujeres (fue el único participante masculino en una manifestación a favor del sufragio femenino), entre religiones y estratos sociales, resultando bastante similar al Krausismo.

Algunos detractores, como Snyders (1972), hacen hincapié precisamente en esto último, asegurando que es imposible que mediante el trabajo en conjunto de las diferentes clases sociales se consigan suprimir las desigualdades. También sugieren que el profesor puede llegar a manipular a los alumnos conduciéndolos hacia donde él quiera, y no realmente a los potenciales de éstos, así como que perdiera su status porque el alumno llegara a saber más que el profesor.

En mi opinión, no es ni más ni menos que una malinterpretación de la filosofía de Dewey. Él nunca habló de trabajo conjunto, sino de colaboración y participación, de aprendizaje social, del desarrollo de las habilidades individuales mediante una participación colectiva. ¿Acaso una persona perteneciente a una clase social baja tiene menos potencial que el de clase alta y, por tanto, debe permanecer siempre subordinado a éste? Si ambos son educados de la misma manera, tanto dentro como fuera de la escuela, la estratificación social dejaría de existir, pues ya no habría no se diferenciaría a los unos de los otros.

Por otro lado, ¿significa que en la escuela tradicional no existe manipulación por parte del profesor? ¿Se mantiene siempre objetivo, sin expresar nunca su opinión o sin dirigirles hacia lo que él considera el pensamiento correcto? ¿Habría más en la progresista que en la tradicional? Esto último lo dudo muchísimo por una única razón: es el propio alumno el que experimenta llegando a sus propias conclusiones, dejando de ser el simple receptáculo que el profesor tradicional debe llenar con lo que él considera que es la verdadera educación.

Y si el alumno, debido a su madurez personal y su motivación logra superar al profesor en una actividad puntual, ¿no sería esto algo positivo, algo que demuestra que el método realmente funciona? Además, ¿no haría que ambos, profesor y alumno, progresaran juntos?

El propio miedo hacia lo desconocido, hacia la incertidumbre, nos impide avanzar. Y una muestra de ello es que los mismos temores que existían hace más de 100 años, sigan vigentes ahora.

Referencias bibliográficas:

Dewey, J. (1997). Mi credo pedagógico. León, España: Universidad de                                          León.
Dewey, J. (2004). Experiencia y educación. Madrid, España: Biblioteca                                          Nueva.

Snyders, G. (1972). Pedagogía progresista. Madrid, España: Marova.

Bibliografía:


Dewey, J. (1998). Democracia y educación. Madrid, España: Morata.
Trilla, J. (2007). John Dewey y la pedagogía progresista. González, J. El                                     legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI                               (p.15-40). Barcelona, España: Graó.

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