Si hay algo que caracterizó los 3 años de Plástica que tuve durante la Secundaria fue la profesora poco convencional que tuve. En ese momento no lo supe apreciar e, incluso, llegamos a pensar que nuestra profesora no sabía lo que hacía.
Si hay algo que descoloca a una clase llena de alumnos es que te digan que has de dibujar tus propias manos sin mirar el papel, dejando el trazo libre y siguiendo mentalmente tu contorno. Obviamente, los resultados no eran buenos, pero nos librábamos del miedo a hacerlo mal.
Y para muestra, un botón:
Me he acordado de que yo también hice este ejercicio, puesto que estudiábamos en el mismo colegio y yo también tuve de profesora a Esther, aunque en años distintos.
ResponderEliminarYo tampoco supe apreciar entonces las bondades de los métodos pedagógicos de esta profesora, creo que nadie de entre mis compañeros lo hacía. Pero sí es cierto que aprendí mucho con ella, y me dio libertad para desarrollar el estilo que yo quisiera, no constriñéndome con ejercicios dirigidos, y esto resultó ser muy positivo.
Yo no conservo este ejercicio, pero sí que recuerdo que el objeto del mismo era, como has dicho, aprender a perder el miedo a no ser capaces de reproducir los objetos de forma totalmente fiel a la realidad. También nos ayudó a soltar el trazo sin preocuparse de la perfección del mismo, y a abstraer, a crear una imagen mental de las cosas y plasmarla. Al fin y al cabo, se trata de relativizar la importancia de la perfección en la reproducción literal.
Creo que Esther pretendía innovar, proponernos ejercicios distintos, y que tenía ganas y fuerza. Ahora que me encuentro en su posición, le encuentro mucho valor a lo que hacía.
María Isabel Pérez Guinot