martes, 25 de noviembre de 2014

La pedagogía conductista. Origen y principios básicos.

      El otro día viendo "El encantador de perros" me di cuenta de que, a pesar de disfrazarlo con palabras bonitas, lo que de verdad se está utilizando es el conductismo. ¿Por qué? Porque lo que quieren es cambiar la conducta del perro, y lo consigue mediante premios, castigos y elementos ajenos al perro que acaban convirtiéndose en elementos condicionados. Igual que con el perro de Paulov.

     Tal y como se dijo en clase, el conductismo es una herramienta tan inmediata y fácil de utilizar, que estamos rodeados de ella sin apenas darnos cuenta. Todos, en algún momento de nuestra vida, la hemos utilizado y la hemos sufrido. Incluso en la asignatura de Psicología del máster nos la explicaron con ejemplos de cuándo castigar y cuándo premiar.

     Sin embargo, nos avisaron de los riesgos, pues no todos los niños son iguales y reaccionan de manera diferente ante los castigos. Los hay que con el primer castigo ya aprenden que no deben repetir esa conducta, y otros que no lo aprenden ni a la décima. O que lo aprenden pero les da igual, porque les es más cómodo seguir con su conducta de siempre. Pero también los hay que, ante el primer castigo, se sienten tan mal que es posible crearles una sensación de ansiedad y frustración. Cuando se aplica el castigo, ¿se puede llegar a saber qué tipo de alumno es cada cual para saber cómo va a reaccionar?


     Muchas de las teorías progresistas, como puede ser la de Dewey, nos hablaban de motivar al alumno para mejorar su conducta, sin reprimir ni castigar. Ya se habían dado cuenta de los peligros que entraña esta herramienta, en la que nos hemos llegado a plantear, incluso, hasta qué punto es moralmente aceptable utilizarla. ¿No sería mejor intentar mejorar la conducta únicamente mediante los refuerzos? Y, por otro lado, ¿sería esto realmente posible?

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